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Cuando Evita habló con Victoria

Miércoles 4 de diciembre de 1991 – Clarín Espectáculos

TEATRO LEÍDO: REAPARECIÓ COMO ACTRIZ MARILINA ROSS

Cuando Evita habló con Victoria

Se cumplió una nueva jornada del ciclo “Grandes textos en la voz de grandes actores” que, a beneficio de la labor cultural del Teatro de la Campana, organiza la Fundación Banco Patricios con el auspicio de Clarín.





China Zorrilla (Victoria Ocampo) y Marilina Ross (Eva Perón), en la piel de dos personajes inolvidables.

Por: LUIS MAZAS

Fue una noche diferente, con un fervor renovado. Varias circunstancias confluyeron para hacer de la lectura de Evita y Victoria, obra de Mónica Ottino, un hecho atípico dentro del ciclo Grandes textos en la voz de grandes actores. Esta experiencia (organizada por la Fundación Banco Patricios, con el auspicio de Clarín y a beneficio del Teatro de la Campana) ha superado las más optimistas expectativas, a punto tal que en la presentación del último lunes hubo que realizar dos funciones. Interesó, y mucho, la reunión escénica de dos apasionantes mujeres de la historia, Eva Perón y Victoria Ocampo. Ambas, desde sus respectivos campos de acción, movilizaron la política y la cultura. Polémicas, aguerridas, pasionales, Evita y Victoria nunca se vieron personalmente y ello es lo que hace la pieza de Ottino, las reúne en un singular encuentro en el que confirman sus posiciones, polemizan, se enfrentan pero dialogan. La propuesta marcó, asimismo, el retorno como actriz de Marilina Ross, quien personificó a Evita. Para Victoria se reservó su rostro China Zorrilla.

El cine, la literatura y el teatro –incluso internacional con Evita, de Lloyd Weber- se ocuparon extensamente de la personalidad de Eva Perón. Ella resumió el despertar y la toma de conciencia de los humildes. Fue, también, la voz del pueblo sin intermediaciones que intentó desprenderse de una alianza de clases que sintió y vivió como la traición latente. Amada y odiada, sin términos medios, afirmó muchas veces: “Soy de las que no olvidan”. Y no lo hizo. Se enfrentó “a lo hombre” con la burocracia y las injusticias e hizo su obra. Después de su muerte la iconografía se convirtió en leyenda popular. Evita se elevó hasta el poder cumpliendo su destino.

También Victoria Ocampo trabajó “a lo hombre” e su terreno, la cultura. Proyectó la imagen de la mujer escritora y la valorizó. Reconoció que “escribir como una mujer” es una forma de expresión única que tiene consecuencias éticas y políticas. Se adelantó a su tiempo y, desde la revista Sur, ejerció una influencia notable sobre varias generaciones de escritores. En Carta a Virginia Wolf (diciembre, 1934), Victoria asume: “Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer”.

Estas son las dos mujeres que dialogan en la obra de Mónica Ottino. Enfrentadas en su tiempo, el teatro les permite un acercamiento apasionado (como eran ellas) y enriquecedor aunque ciertas parcialidades dominen la pintura de Evita.

La autora ha imaginado el encuentro de Eva y Victoria durante los últimos meses de la vida de la primera. Se evocan varias reuniones en las que ambas expusieron sus puntos de vista, buscaron un entendimiento que podría haberse dado... tal vez. Frases punzantes, irónicas, hasta ofensivas van delineando el camino de enfrentamientos que dominó la primera parte de los años ’50. Y Evita dice: “Aunque nos echen, el país ya no volverá a ser lo que ustedes deseaban que fuese”; “Ustedes pueden ser decentes pero sus abuelos ya robaban”; “Mi vida privada y la pública son la misma cosa”. Y Victoria afirma: “Me enseñaron que existe mi clase y la de los demás”; “Usted es rapaz y arbitraria”; “Yo no soy una creadora, he tratado de ser testigo de la realidad”.

También Ottino (la adaptación es de Luciano Cazaux y Susana Anaine) desliza el humor y hace que sus personajes hablen del amor. Ambas buscan el afecto y son estériles. Cuando las cartas están jugadas el crescendo eclosiona en escenas intensas, bien concertadas por el director Oscar Barney Finn, quien obtiene un trabajo riguroso, depurado e ciertas emociones latentes. La autora retrató mejor, más creíblemente a Victoria Ocampo y China Zorrilla la dotó de la sabiduría intelectual y de vida que tuvo la escritora. Marilina Ross, en bienvenido retorno al teatro, interpretó con sentimiento a Evita, personaje de difícil corporización. Ambas actrices, junto a Hilda Bernard, dieron testimonio de una obra discutible, polémica pero que encierra la posibilidad cierta de que, finalmente, los argentinos nos entendamos. Superar antinomias es también una tarea compartida.

Cómo opinó el público

“Vine porque me interesa mucho la figura de Evita y esta obra da una determinada imagen de su vida”, opinó Javier Rodríguez, 18 años. Para Viviana Bai, 23, “fue un descubrimiento, no sabía que Victoria Ocampo había sido tan importante”. Las opiniones fueron, en general, positivas y la concurrencia –incrementada al doble- estuvo compuesta por más gente joven que en anteriores encuentros. También hubo admiradores de Marilina Ross cantante: “La sigo desde hace años en sus recitales pero quería verla como actriz y me gustó mucho”, enfatizó Juan Carlos Heredia, 19.

Emocionada por el retorno, Marilina volvió a probar aquel conocido sabor de la expectativa antes del comienzo de una función teatral. Presentada por China Zorrilla (el alma mater de esta idea), recibió un gran aplauso e hizo dos funciones. “Estoy feliz por haber presentado en público esta obra, para mí muy valiosa, y logrado que Marilina retomara su carrera de actriz”, se entusiasmó China. Para otras generaciones la opinión general se sintetiza en la de Fernanda Larguía, 52: “Se trata de recuperar retazos de nuestra memoria y de observar a dos mujeres notables que, vaya uno a saber, tal vez no eran tan diferentes”.

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