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El cambio está dentro de cada uno

Junio de 1987 – Revista “Tú”


Estuvimos en un recital de la cantante y compartimos luego una cálida entrevista. En la charla nos habla de la adolescencia, de su carrera “aún en camino” y de sus esperanzas en que –a pesar de todo- el mundo pueda mejorar.

MARILINA: “EL CAMBIO ESTÁ DENTRO DE CADA UNO”


Por: MARCELA STIEBEN

Son las siete de la tarde y Marilina ensaya sentada en un banquito alto de madera. Una radio graba el ensayo. Su manager, parada al costado, sola, observa atenta cada movimiento, cada palabra… Son varios los jóvenes que, tentados por la voz, se van acercando a este boliche de Federico Lacroze en una tardecita de otoño tan buena para el afecto. Pocas horas después empieza el recital. Las más fans no dejan de mirar la puerta por la que entrará Marilina, y no alcanzó a pasar que empezaron los alaridos: ¡Ídola! ¡Ídola!

Ángel Mahler, el músico de primera la acompaña con el super sintetizador, ya estaba en su puesto de lucha preparado para lanzar rayos de luz. Los dos iluminados por enormes spots rojos, parecían extraídos de un cuento de Bradbury en medio de Marte. Ángel Mahler es el responsable de todos los arreglos más la coproducción del disco. Inicia el concierto con “Otra vez”, el tema del trapecista que tanto les gusta a las y las seguidores de Ross.

Cuando habla hacia la platea lo hace como si estuviera en el living de su casa… tranqui… con total naturalidad. Anuncia que, como sucede en la vida, este recital tendrá tres bloques: vida-amor-muerte. Tríada que actuará como columna vertebral de todas sus canciones. Payaso del amanecer; puente invisible; a ver si es tan difícil eso de morir y el tema al padre se suceden con ovaciones mediante y gritos de los más jóvenes que por momentos pareciera que quisieran subirse al escenario…

Ángel Mahler hace un solo con su super instrumento que guarda en su corazón, voces, percusión, saxo, violines, teclados, guitarras, bajos y lo que se te ocurra. En su “réquiem para un amigo muerto” llamado –simplemente- “duelo” Mahler llega a ecualizar nuestro aliento. Casi nadie respira durante el tiempo que dura el vuelo al que nos somete. Marilina vuelve y aplaude a “su ángel”. Dice que es increíble cómo él puede ser capaz de dar tanto amor y los aplausos suyos se funden con los de la gente que desde las mesas y la barra ahora le grita “Ídolo” a Mahler…

Marilina vuelve a la carga con sus temas, con su voz ronquita que en las canciones de amor se pone absolutamente sensual. En “Solo setenta” le canta a una pareja de viejitos que toman un vermouth en un bar en el que ella está sentada. Los ve comer una aceituna. Deben tener setenta años. Él la mira seductor y baja la mirada. Se pone colorada… Marilina dice que eso es vida, que no se puede creer tanto amor como si fueran dos adolescentes! Y dice que ella, en el mismo bar, se emocionó con los dos y por un momento advirtió que nadie más que la pareja de viejitos estaba allí. Ella toda coqueta, él todo seductor, amándose con tanta sensualidad…

En el intervalo los periodistas subían y bajaban la escalera que va al camarín. Algunas parejas salían para besarse sin tanta gente. Una niña se va a sentar en una silla del fondo con tanta mala suerte que se cae al piso y justo llega su príncipe para salvarla del papelón… los dos se ríen. Las mozas van y vienen con jugos de ananá, ron whisky y gaseosas mientras Marilina atiende a una cola de gente que quiere hablarle. Cuando baja, al pie de la escalera, la esperan para que firme autógrafos. Segunda vuelta y arranca un rock sobre el basurero nuclear de Chubut. En una mesa alguien comenta: “¿sabés que este rock, en el sur, lo cantan como un himno?” y Marilina grita, con ironía que estamos encantados “en tener un basurero porque seremos los primeros en el mundo en explotar”. Cuando canta “aunque no lo veamos, el sol siempre está” dirigió a sus fans que hacían el coro interminable hasta que ella dice “Última vez” y pasa a un tango. Canta un tango, un tango divertido, lleno de ironías sobre el hombre fuerte y la mujer que lo sigue, la gente se ríe. Después otro sobre la mentira y los que arrasan con todo, siempre en tono irónico que mantuvo copado a todo el mundo… para volver a su tema sobre la danza.

Uno de los temas más seguidos, cuya letra era notoriamente conocida por todos, fue el de “Mis hijos naturales” que cuenta cómo ella no tuvo chicos, un hijo de sus entrañas, pero tiene muchísimos hijos naturales, que no tienen la nariz parecida a ella, que no se rigen por los códigos biológicos de la herencia, pero que son sus hijos. Marilina nació un dieciséis de febrero a las doce horas cuarenta y cinco minutos. Es acuario, como Lewis Carroll (autor de “Alicia en el país de las maravillas”); Paul Newman; Charles Darwin; Mia Farrow; Clark Gable; Galileo; Vanesa Redgrave y Franklin Roosevelt.

En el horóscopo chino Marilina es Cabra, como Miguel de Cervantes, Mark Twain, Paul Valery, Marcel Proust, Franz Kafka, George Harrison, James Dean y el fabuloso Groucho (además de Búster Keaton y Verónica Lake…) Las cabras de febrero, como Marilina, ejercen un especial interés hacia quienes les rodean, son soñadoras e imaginativas… Pero vamos a ver qué dice esta señora enamorada del trapecista que en algún rincón de nuestro corazón todos tenemos… En una noche del otoño porteño Tu revista se encontró con ella y éste fue el diálogo:

El tema es la adolescencia, Marilina. Desde donde vos quieras…

Yo apenas puedo conmigo, me cuesta mucho dar una charla hacia alguien que está bastante lejos de mí. La adolescencia la dejé atrás hace mucho tiempo. Además la adolescencia actual es distinta a la que yo viví. Es otro tiempo histórico… está todo mucho más rápido, más acelerado, es mucho más difícil vivir en este momento la adolescencia. Sin embargo creo que los problemas que viven son los mismos problemas del ser humano, en general. Aunque seamos grandes, seguimos adoleciendo, como los adolescentes, seguimos “carentes de”.

¿Qué es lo que falta?

Falta búsqueda hacia adentro, hacia el origen, hacia la esencia de nosotros. Estamos totalmente influenciados por el afuera, por la educación, por lo que se espera de nosotros. Eso pasa en la adolescencia y sigue pasando después también, a pesar de que los mayores se dicen mayores, siguen cumpliendo los deseos de los demás, en definitiva. Ya sea los deseos de una sociedad, de tus padres, del maestro, del patrón o del presidente de los dos mundos del planeta.

Algo así como un molde que nos encasilla…

Sí. Es eso.

¿Cuándo zafaste de esa estructura rígida que nos quieren imponer?

Yo no zafé de eso.

Pero no cumpliste con lo que la sociedad esperaba desde su molde.

Al menos tomé conciencia. Y a partir de allí hago lo que quiero.

¿Y no es zafar, hacer lo que querés?

Claro, en general no te lo permiten… es cierto. Y a veces cuesta mucho hacer lo que querés… pero no creo que haya llegadoa ningún punto. En todo caso estoy en camino “hacia”. Pero no llegué a ningún lugar.

¿Qué le decís a una chica que quiera cantar como vos?

En principio yo no canto, expreso lo que siento, lo que tengo ganas de decir. Y le diría que se pregunte qué tiene para contar, qué quiere decir, qué quiere expresar a los demás y que vea qué es lo que los otros quieren escuchar, pero que empiece por ella, por lo que ella tenga dentro para transmitir a los demás. Por otro lado creo que hay preguntas previas como por ejemplo: dónde estoy, para qué, adónde quiero llegar… Esas preguntas que todos pensamos pero nadie las contesta.

Hay un tema tuyo en el que contás que abandonaste una rebeldía típica de la adolescencia.

Es que yo ahí era joven, ya no era adolescente. En la adolescencia hay un montón de energía, de rebeldías que si no se canalizan en algo se enquistan adentro. Esto es una cuestión hasta biológica. Y hay quienes se pinchan y hay quienes tratan de hacer un mundo un poco mejor. Creo que la juventud está dividida en estos dos grandes bloques: entre los “reventados”, que ya no creen en nada; y los que están buscando y aprendiendo con esperanza, a pesar de todo… Creo que un buen punto de partida es entender que si todo está mal tenemos que cambiarlo, no ser escépticos… Y la era de Acuario, que está entrando va a cambiar bastante todo, y el que no se adapta a ese cambio, a esa circunstancia, quedará muy atrás. Valores que tenemos hasta hoy como válidos quedarán caducos y van a aparecer otros y habrá que adaptarse a eso y el que no “una prenda tendrá”! La era de Acuario se aproxima…

Hace un ratito vos me decías que la adolescencia tuya fue muy distinta de la que viven los jóvenes hoy. ¿En qué, fundamentalmente, podés definir este cambio de época?

Fundamentalmente había esperanza de futuro, no había una amenaza nuclear como la que hace ahora al mundo tan peligroso. Y creo que esto debe influir muchísimo en la etapa de crecimiento que vive la juventud. En mi época no había para nada semejantes arsenales nucleares. Con uno solo de los cinco mil millones que hay alcanzaría para explotar todo y eso es una espadita de Damocles ahí colgada que, tengas conciencia o no, influye. Quizá aquí no se viva tanto. Pero la juventud europea tiene muchísima conciencia del peligro porque lo vive ahí nomás, está al lado de los misiles que podrían volar al mundo… acá estamos más lejos… aunque el basurero nuclear en Chubut… creo que hay que tomar conciencia del peligro.

¿Cuál es ese camino de esperanza del que hablabas recién?

El camino está adentro de cada uno. Cada uno tiene que preguntarse cómo quiere vivir y empezar a realizarlo. Desde lo chiquito, desde su familia, sus amigos, se realiza el verdadero cambio, no viene por decreto desde afuera. Tiene que ser desde adentro para que sea un cambio profundo. Todos podemos ver qué es lo que verdaderamente queremos hacer en la vida y empezar a buscar el camino para llegar… No tiene que ser un privilegio de pocos. Desde allí, desde el interior de cada uno, se genera el cambio real.

Hay mucha gente esperándote fuera del camarín… Otro día seguimos charlando. Por hoy te decimos gracias y hasta luego.

Gracias a vos y hasta pronto.

Patricia, su manager, y Roxana, de la producción, charlaban con Ángel Mahler en un costado del camarín. Sobre una mesita había un chocolatín relleno con dulce de leche, un ramo de rosas rojas, caramelos… Le preguntamos si siempre le dejan regalitos mientras tiene función y hace un gesto humilde, una sonrisa, asintiendo. Vestida con pantalón super bombilla y saco violeta, camisa blanca con look antiguo, varias cadenitas, un anillo, zapatillas de super onda tipo básquet con estrellas y brillito, Marilina se mueve como si estuviera permanentemente danzando. Sentada en el banquito del camarín como si estuviera en la habitación de un internado universitario en Bélgica: mitad donde está y mitad adolescente. Mira a los ojos todo el tiempo y hasta el diálogo más intrascendente le resulta importante en la medida en que pueda aprender ella algo de sí misma o que pueda conocer, a partir de su interlocutor, otra realidad. Un pescador, dos viejitos tomando un vermouth seduciéndose con sus setenta años, una ex pareja, una amiga, la enganchan en esa búsqueda que llevó a esta Marilina a recorrer otras Marilinas que, en el fondo, siempre fueron la misma: una buceadora de lugares desconocidos. Fue “La Nena” por muchos años, y a veces parece que no dejó de serlo. Sin embargo habla de su adolescencia y de su juventud como tiempos pasados. En su búsqueda por ser feliz recorrió muchísimos caminos. Quisiera un mundo de paz, un mundo sin guerras ni armas nucleares que amenacen la vida. Un mundo sin tantas pálidas, sin todo lo que está mal y a ese mundo le canta, desde la Marilina que es hoy. En el pasillo la esperaban tres amigos, en la escalera cinco o seis, en la puerta unos cuarenta… Un hombre vendía fotos en color de Marilina y trataba de hacerse unos pesos. Alguien recuerda que uno de los temas que cantó, el que ella compuso para el hijo que no llegó, estaba en un LP de Piero y salen cantando “te estoy esperando/ no demores mucho,/ porque hay tantas cosas que hacer en el mundo…” y sigue como una canción de cuna dulce y triste. Las mozas levantan las copas, las últimas parejas en salir dan vuelta esperando ver a Marilina, una Marilina que ya se puedo de pie sobre sus zapatillas de básquet negras con colores y está bajando la escalera para partir con los suyos, sus “hijos naturales”, sus amigos… hacia algún lugar, para comer algo, charlar un rato y disponerse a iniciar un día más que, como dice Serrat: “se va colando de contrabando”.

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