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Golpe al corazón

Miércoles 7 de agosto de 2002 – Clarín Espectáculos

MARILINA ROSS

GOLPE AL CORAZÓN

Entrevista con Marilina Ross

“YO ME JUGUÉ HASTA DONDE PUDE”


Por: OLGA COSENTINO

Envuelta más que vestida adentro de un buzo amplio y oscuro, Marilina Ross se hunde en el sillón rojo del living pintado de rojo. Un poco escondida detrás del pelo lacio (ligeramente virado al rojo, también), la cara de rasgos aniñados insiste en recordarnos a La Nena, el personaje televisivo con el que durante años pareció mimetizarse. Pero a la actriz y cantautora de 59 años no parecen desvelarla las apariencias. Y sin maquillaje, deja que la piel, ahora de una belleza más esencial, hable por sí misma de una carrera larga y rica, de batallas ganadas y perdidas, de la jugada vitalidad con que les puso el cuerpo. Valga, si no, como prueba, el regreso a escena junto a Sandra Mihanovich con su show Tiempo de encrucijada, a dos meses del infarto que puso en riesgo su vida y que, entre otras cosas, la llevó a cambiar los más de 60 cigarrillos diarios por los grisines y el mate. "Servite, si querés", ceba y convida.

- ¿Te inspira o te detiene tener que ocuparte más de tu salud?

- En este momento no estoy componiendo, pero algo está dando vueltas adentro mío, algo que en algún momento saldrá. Algo que seguramente va a tener que ver con lo que me pasó.

- Algo más vinculado a lo personal que a lo social.

- Todo lo que uno hace tiene que ver con lo personal. Pero lo que me pasa no es tan distinto de lo que le pasa al mundo. Lo que venimos a decir en este momento es que vivimos un tiempo de encrucijada. Por eso, el cambio de nombre (en diciembre se llamó Un lugar, un sueño). Y como en toda encrucijada, las opciones son pocas y hay que decidir.

- ¿Cuáles son, para vos?

- Solamente dos: lucha o retirada.

- ¿Y cuál es el frente de esa lucha?

- El que cada uno elija. El mío es la canción. Y cada uno tendrá que encontrar, si quiere, su manera de ayudar al país. De lo que estoy segura es de que no lo voy a abandonar. Hay muchos que se retiran. No los critico. Pero el exilio ya sé lo que es y no podría volver a vivirlo.

- ¿Por qué? Profesionalmente te fue muy bien en España, cuando te fuiste, en el 76.

- Es cierto. Pero me atormentaba la nostalgia de mi país y de mi gente. Y hoy sé que si me voy, me muero. Aunque si acá esto sigue así, no sé... Tal vez la muerte esté más cerca de lo que imagino.

- ¿Compartís algo, todavía, con quienes fueron tus compañeros de lucha de otra época; como los que te acompañaron en el famoso charter que trajo a Perón en el 73?

- En primer lugar, quedan pocos vivos. Además, era tan surtido aquel peronismo al que yo aposté... que creo que ya no queda nada. Las películas de Favio, quedan; y no mucho más. En cuanto a vínculos, fue muy fuerte el que tenía con el padre Mujica, asesinado por la dictadura. El día que salí de alta de la internación fui a llevarle una flor a lo que fue su iglesia, ahí aislada, entre la autopista y los containers, como quedó la Villa 31 donde él trabajó.

- En La Raulito encarnabas a una chica de la calle. ¿Tiene vigencia aquel arquetipo de pibes marginales pero solidarios, ahora que la pelea por sobrevivir es más feroz?

- La solidaridad entre los que menos tienen sigue existiendo. La ves en los piletones, en los comedores. Cada vez viene más gente cuando damos recitales solidarios.



- ¿La solidaridad es un atenuante o una salida?

- La salida, no la veo (suspira hondo, piensa). Estuve en asambleas, me mandan información. Pero la verdad es que no la veo.

- ¿Y mientras tanto?

- Estoy en un momento en que necesito estar conmigo, más para adentro. Soy creyente y respeto todas las religiones. Leo mucho sobre budismo. Además, soy una loca de la computadora. Te muestro.

Se levanta con entusiasmo de su sillón y guía a la cronista por una escalera de metal hasta un entrepiso. Mientras enciende el monitor de la PC, entre teclados, micrófonos y una consola de sonido señala la pared, de donde cuelga una suerte de diploma que le entregó el Instituto Labardén. "¿Ves eso? Me lo entregaron recién ahora" subraya irónica para recordar: "Yo tenía 14 años cuando me expulsaron por organizar una huelga en rebeldía porque habían echado a Blanca de la Vega, maestra y directora a quienes todos queríamos."

La imagen del monitor se ilumina, suena una melodía enérgica y sentimental y pasan imágenes sepia de la infancia de María Celina Parrondo, el primer plano de un beso de Marilina y el actor Emilio Alfaro (que fue su marido) y otras postales con historia. "También tengo otro que hice con imágenes del 19 y 20 de diciembre", anuncia y muestra lo que será otra historia.

- ¿Sentís que tu generación debe plantearse alguna autocrítica?

- Yo estuve siempre donde sentí que tenía que estar. Pero hemos perdido todas las batallas. Inclusive la que tenía que ver con objetivos más espirituales.

- ¿A qué te referís?

- A que ganó lo material, el dinero, las marcas, los bancos. Yo me jugué hasta donde pude. Pero tal vez sea tiempo de arriar las velas y esperar, como dice el I Ching. Yo algo sembré. Ahora no será tiempo de florecer pero ya vendrá. Alguien va a recoger.

Sus Mascaras

Como actriz y como cantante, Marilina Ross reúne varios hitos para la memoria.

LA NENA: Flanqueada por Osvaldo Miranda y Joe Rígoli, Marilina creó un arquetipo en aquella hoy emblemática telecomedia que empezó en 1965 por Canal 13 y cuyo éxito hizo que siguiera emitiéndose hasta 1970.



COSA JUZGADA: El grupo de otro hito de la TV, en Canal 11, entre 1969 y 1971: David Stivel, Carlos Carella, Emilio Alfaro, Bárbara Mujica, Juan C. Gené, Norma Aleandro, Federico Luppi y Marilina.



ESTADOS DE ÁNIMO: Fue su primer disco, del 74. En el 82 llegó el emblemático Soles, con cimas como el tema Puerto Pollensa, que Sandra Mihanovich convirtió en éxito. En 2000 editó Más que un sueño y en diciembre de 2001 presentó su show junto a Mihanovich, en el Maipo.




LA RAULITO: La película donde encarnó a una chica marginal que se hacía pasar por varón para sobrevivir. Revelaba fortaleza y fragilidad de las criaturas más castigadas de la sociedad. La dirigió Lautaro Murúa en 1974, sobre un guión de Juan Carlos Gené y Martha Mercader.




EN LA ENCRUCIJADA: El show que ofrece en el Maipo, los martes y los viernes, junto con Sandra Mihanovich. Allí, recorren temas del repertorio de ambas y suman versiones de otros autores.



El 9 de mayo de este año, segundos después de prender el –hasta hoy- último cigarrillo de los más de tres atados diarios que fumaba, cambiaron muchas cosas para Marilina. El infarto, la internación, la angioplastía que se le practicó y, sobre todo, su terca decisión de seguir le cambiaron la vida. “Quedé con una sensibilidad mayor, más en el límite. Después de lo que me pasó… no sé… parece que a uno se le expande la conciencia: me pregunto mucho más por el sentido de lo que hago, para qué estoy acá, qué hice con mi tiempo, cómo voy a usar el que me queda”.

- ¿Una de tus respuestas fue hacer coraje y volver a salir a escena dos meses después del infarto?

- ¿Qué coraje? Si temblaba como una hoja. Hoy mismo sigo muerta de miedo. Pero me siento muy contenida, sobre todo por Sandra. Y tengo cuatro médicos ahí, más el terapeuta, todos interactuando, cuidándome. Me siento protegida.

- ¿Físicamente, controlás el esfuerzo?

- ¡No!, si me mando a bailar y me río de mí misma. De pronto aparece Sandra con una silla de ruedas, me hace sentar y sigo bailando en la silla. La gente se ríe mucho y se afloja. Y yo también.

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