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y mi padre sigue haciendose presente...


XI) EL MAGO BAJÓ EN PALABRAS


De los 20 a los 40 años, el estanque que era nuestro océano ahora se convierte en el verdadero océano, y la muerte deja de ser una palabra para pasar a ser -un poco- la nuestra (o al menos, empezamos a sentirla más cerca). Quizás por eso, cuando nos reuníamos con amigos a comer un asado, siempre alguien jugaba a preguntas sobre situaciones límites de la vida… Hasta que una noche de vinos tintos y charlas, una amiga dijo: -Mi pregunta de hoy para la ronda es: “Si supieras que te quedan 24 horas exactas de vida, morirías en paz? Y qué harías?”. Permanecí en silencio, muy clara en lo que iba a decir: “que había vivido una vida bella, llena de emociones agradables, que había superado varios obstáculos, reconocido muchos errores, aprendido a pedir perdón y que en realidad me podría quedar tranquila esperando mi muerte sin nada pendiente para cambiar…. Solo preparando mi alma para la partida”.

Hasta que tocó mi turno… momento en que los acordes de mis palabras, aniquilaron el tan armado discurso. No sé qué sucedió. Suspiré me escuché diciendo:

- Hasta hace 1 segundo creí que había vivido una vida projija y había saldado todas mis deudas, pero no… y lamentablemente en un solo día no tendría tiempo de saldarla. Hace 21 años, le prometí a un abuelo de 78 años que iría a su tierra y conocería su casa natal de piedras milenarias y subiría a un monte que está a 7 km del Cantábrico y vería desde allí la belleza de su mar. Le prometí que conocería a sus dos hermanas y a su sobrino. Le di mi palabra, y no lo cumplí. Hubo un poeta español que tampoco cumplió su promesa y mi amigo nunca lo olvidó. Yo, tampoco cumplí con la mía… y él me enseño la virtud de “la palabra”. Si la muerte me encontrara hoy, no moriría en paz- (entonces, se me cerró la garganta y miré a mi compañero de al lado para que tomara su turno).



(continuará…)

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