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Se lo dije a un tornillo

20 de julio de 1975 – La Nación

Marilina Ross palabra por palabra

Se lo dije a un tornillo


La conocida actriz explica su método de trabajo y su visión de su personaje en el filme "La Raulito", recientemente estrenado.

"Nunca ningún personaje me ha conmovido tanto como el de la Raulito. La sentí como un ser abandonado, de gran dignidad, que se niega a crecer para no aceptar las reglas del mundo adulto"


LA QUE ESTÁ SENTADA en el sillón de su casa, entre almohadones con pájaros, es una Raulito más coqueta, pero con la misma espontaneidad, la misma frescura de "pibe" que no se resigna a adoptar el acartonamiento de la edad adulta o a iniciar el lento camino hacia la condición de matrona. Increíblemente juvenil, adolescente, Marilina ha prestado a su extraño personaje (real, y que vive entre cárceles y manicomios del país) rasgos propios que la han llevado a realizar un trabajo actoral sin precedentes -que sepamos- en la historia de nuestro cine.

-Nunca ningún personaje me ha conmovido tanto como éste -confiesa-. Soy muy responsable de esta película; puse en ella toda mi vida, todo mi amor a esa criatura desamparada y llena de riqueza. La conozco desde que hicimos "Cosa juzgada" en TV e incluimos a la Raulito en un episodio. Fue en el año 1970 y, a partir de entonces, pensé en hacer una película con ella. Finalmente lo conseguí, con libro de José María Paolantonio y la dirección de Lautaro Murúa.

-¿Conversó personalmente con la Raulito?

-Muchas veces. Ella siente mucha expectativa ante la película, aunque, cuando la productora fue a ofrecerle dinero, respondió: "Denme lo que quieran, total, lo que yo necesito no me lo podrán dar". "Y ¿qué es?" "Una familia". Ahora tiene cuarenta años y está absolutamente sola, no posee nada ni a nadie.

-Hablemos de la Raulito en el filme, es decir, de su versión de la realidad, independientemente de que esa persona exista o no. ¿Cómo describiría usted a la Raulito de la película?

-Lautaro Murúa me proporcionó una imagen que me resultó muy útil. Me dijo: "Es como esos perritos abandonados que a uno se le pegan por la calle, lo siguen hasta que uno les da algo, y después se van". Además, es una persona con una alta dosis de moral y de dignidad. De ahí su rebeldía. Como dice en la película: "No es que quiera ser hombre, es que no quiero ser mujer", porque la imagen femenina que ella pudo obtener en el medio en que nació y se crió es la de la prostituta. Desde luego, podríamos aplicarle la fórmula científica y decir que se quedó fijada psíquicamente en los doce años y que no quiso crecer, etc. Pero no me interesa la fórmula intelectual. En mi composición del personaje tampoco me basé en pautas intelectuales; no pensé hacer nada, simplemente me dejé actuar y vivir.



"Improvisé el texto, actué tan libremente que, a veces, no sabía si me estaban filmando, o no. Las cámaras permanecían ocultas. En la calle, vendí diarios realmente y nadie me reconoció"


-¿Usted improvisó el texto, ¿verdad? ¿Por ejemplo, para el monólogo del juzgado, en el que la Raulito se confiesa y que es la escena más importante del filme?

-Sí, el mismo día de la filmación me trajeron dos hojas con la historia de su vida, narrada por ella, y Lautaro me dijo, mientras me maquillaban (mejor dicho, mientras me ensuciaban la cara): "Leélo dos veces y después improvisá sobre lo que recuerdes". Yo empecé a hablar frente a la cámara y, cuando llegó el momento en que Lautaro tendría que haber dicho "corten", no lo dijo. Siguieron filmando todo de un tirón. En total, nueve minutos, lo que tal vez sea uno de los primeros planos más largos de la historia del cine. Y ¿saben lo terrible de la técnica cinematográfica? Todo ese monólogo durante el cual yo sufrí realmente, en carne propia, y durante el cual el director y los camarógrafos aguantaban el llanto, tratando de que no se oyeran los sollozos, todo eso se lo dije... ¡a un tornillo de la cámara!

-Usted hace, además una recreación de lenguaje. Casi, casi, ese lenguaje suena sin ninguna nota falsa que la delate a usted, actriz, como a una intelectual que imita una manera de hablar no suya. ¿Cómo lo logró?

-Conversé, como ya he dicho, con la Raulito y registré, como una computadora, algunos datos. Por ejemplo, decir "no me hallo" es bien de ella, aunque algunos me lo han criticado. En el monólogo, de pronto, me encontré gritando: "¿Pero, a quién le hago daño?", y enseguida me corregí y lo cambié por la versión más popular (y más fuerte) que correspondía. Todo esto, sin embargo, fue un proceso muy espontáneo: en la medida en que yo me sentía la Raulito, hablaba como ella. Y trabajaba en forma tan libre que, muchas veces, no sabía cuándo me estaban filmando. Las cámaras estaban ocultas. Yo vendí diarios realmente, por la calle, y la gente que pasaba no se dio cuenta. Me tomó por un canillita auténtico.

-En el episodio del diariero, ¿no cree que se da la única posibilidad de maduración para el personaje, a través de la relación con el hombre maduro (Luis Politti) que primero la adopta como a un chico abandonado pero que después la ve como mujer?

-No, no lo veo así. El hombre maduro representa a su padre, y un padre no enamora a su hija. Ella busca en él la protección y no soporta en sí misma a la mujer. Esa realidad no puede cambiar con la relación, por positiva que ésta sea.

-Y la amistad con el chico, "Medio Pollo", ¿no sugiere ciertos impulsos maternales de parte de la Raulito? El final, en el que ella abraza al niño y sus formas se confunden con una imagen de maternidad, ¿no tiene ese sentido?

-"Medio Pollo" es la única persona que se le acerca cuando ella duerme abandonada en la calle, en Navidad. Es lo único que tiene, y lo acepta como aceptó al diariero, como a un amigo, aunque, esta vez, de menor edad. Yo también pensé en darle cierto tono maternal a la relación con el chico, pero Lautaro me hizo entender que se trataba sólo de un cariño entre seres abandonados, no entre una mujer frustrada en su maternidad y un niño sin madre. El personaje de la Raulito es simple, diáfano. Ella quiere ser un pibe, quiere jugar a la pelota, no quiere aceptar las leyes del mundo adulto. Buscarle otra cosa sería retorcer lo que aparece con toda nitidez.

-¿Qué está filmando ahora, Marilina?

-Aparte de la serie televisiva "Piel Naranja", estoy haciendo una película llamada, justamente, "La película". Es una sátira a una producción comercial, a un absurdo engendro norteamericano, filmado en un pueblito de Argentina y llamado "El corazón del gaucho". Los gauchos aparecen con castañuelas, sombreros mexicanos, etc. Para el rodaje, los productores norteamericanos destrozan el pueblo, lo pintan de todos colores, utilizan a los pobladores. Pero, mientras tanto, un fotógrafo del equipo filma un documental sobre lo que está pasando en el pueblo, en la realidad. El día en que se estrena "El corazón del gaucho" en una sala céntrica de Buenos Aires, se estrena el documental en el pueblito. Es un paralelo feroz, despiadado. Creo que va a resultar interesante.

Agilísima (recordar sus carreras y saltos en "La Raulito"), Marilina Ross sale de entre sus almohadones y se despide con un gesto franco, con una voz que rechaza los edulcorantes sociales y se limita (o se ensancha) a poseer acento propio, dulzura o aspereza sinceramente suyos.

Una última pregunta que no fue formulada: ¿Y el tornillo? ¿Se derritió de amor? ¿Se deshizo en llanto? ¿O fue guardado en una cajita, con una leyenda alusiva al sufrimiento del que se lo hiciera confidente?

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