Febrero de 1983
CUMPLIÓ 40 AÑOS PERO SIGUE SIENDO LA NENA
(Gregory Peck, en un mitín contra el maccarthismo, 1947).
A ella -como a tantos- le correspondió un lugar en las listas negras que ensombrecieron (ensombrecen todavía) la escena. Marilina fue palabra (y persona) prohibida casi hasta hoy. De vez en cuando, tímidamente, se la escucha por frecuencia modulada, pero poco. La siguen los adolescentes, los no tan adolescentes, los contestatarios y los pacifistas. Sigue siendo peronista, pero menos. No oculta que está enamorada, mal que le pese a muchos. Canta mal, compone bien, fue y volvió, tiene 40 años flamantes.
Nació el 16 de febrero de 1943. Tuvo miedo a los 40 hasta que los cumplió, y vive -lo jura- buscando la libertad de ser, a cada rato.
Este reportaje empezó una tarde, 48 horas después de su cumpleaños, clericó de por medio y grabador ignorado. A los cincuenta contantes minutos hizo crack: en el límite mismo de cualquier sesión de psicoanálisis, se puso pálida, su pulso se aceleró, sintió un nudo en la garganta y otro en la boca del estómago. Y abandonó.
-No sigo más. Nos metimos muy adentro y eso no es para cualquiera.
Dijo y nos prometimos el reencuentro veinticuatro horas después. Completamos la entrevista, tres horas al fin. Y éste es el resultado.
(Marilina Ross, nacida María Celina Parrondo, hija de un mozo aragonés y una alegre inmigrante de Pamplona, dos hermanos mayores. Tiene algunas arrugas, claro, pero no puede desprenderse de esa cara de nena tallada en su piel. Estudió teatro y danzas, fue actriz prematura, se casó un par de veces, toma bastante más de la media normal, parece siempre a la defensiva.)
-También arrastraba el hecho de que nunca se arrepintieran de que yo estuviera aquí. Tenía que ser la mejor siempre en todo, demostrarles a ellos que valió la pena que mamá no abortara. A mí me dijeron de sus dudas cuando era muy chiquita. De eso no me olvido.
-Linda carga para empezar. ¿Malos recuerdos?
-De todo un poco. La mayoría no muy buenos. Mis hermanos eran dos tarambanas, iban mal en el colegio, se peleaban mucho. Y yo hacía buena letra, me ponían de ejemplo y crearon -en definitiva- una enemistad muy grande entre mis hermanos y yo.
-¿Buenos recuerdos no?
-También. Me acuerdo de un pintor que se llamaba Sanguinetti y vivía a la vuelta de mi casa. Era paralítico. Yo iba a su atelier y me enseñaba a hacer los personajes de un teatrito de títeres de guante. Parece que jugábamos mucho. Él fue quien le dijo a mi mamá que tenía que meterme en algún lugar donde me orientara hacia el arte. Y entonces mis viejos me metieron a estudiar danzas españolas y clásicas. A los cuatro años subí a un escenario por primera vez encabezando la fila de chiquitinas como yo y haciendo pasitos. Cuando vi a papá en su butaca me paré para saludarlo. Fue muy divertido.
-¿Sus padres tenían algo que ver con el arte?
-¡No, nada! Mi viejo es un tipo sin educación programada, pero con los ojos muy abiertos a la vida. Borroneaba poemas. Mamá era la alegría, la fiesta. Yo heredé las dos cosas, creo.
-¿Se llevaban bien?
-Se pelearon toda su vida y se han amado toda su vida. Las peleas eran muy grandes y nosotros delante. Hoy entiendo que detrás de ellas había mucho amor, pero por aquel entonces no lo comprendía. A los sesenta y tantos años mi vieja decidió separarse. No aguantaron ni un año sin volver a juntarse.
(A los ocho años entró en el teatro infantil Labardén, y allí estudió hasta los 14, cuando la expulsaron por defender a la directora Blanca de la Vega, cesanteada por motivos políticos. Escuela primaria paralela, pocas cosas que recordar. Cosas buenas, bah.)
-No tengo un recuerdo muy bello de mi niñez, porque me quedaban más las peleas que... no tengo en la memoria demostraciones de afecto.
-¿Hacia usted?
-Entre todos y hacia mí. Nunca se acercó mi viejo a darme un beso, por ejemplo. Había que estar enferma para eso. El afecto no era una moneda corriente: más bien la violencia, que en definitiva -lo veo hoy, con mis 40 años- no hacía más que tapar un gran amor que no se podía sacar afuera. A los 17 años me harté y me fui. Mi mamá, conmigo.
(Algo raro había. Los hermanos mayores la hacían jugar de poste en cuanto picado de barrio se hacía. Cosa que ligara algún pelotazo fuerte, según parece. O la montaban en el estribo posterior de los viejos carros de la Panificación Argentina, mirándola irse despacio hasta casi desaparecer cuadras más allá. Ella lo cuenta y se ríe.)
A veces sería preferible hacer un pase mágico y -acto de birlibirloque- esfumar la memoria. Uno hace algo que no le gusta a otro, y si ese otro tiene poder alguna vez, hará lo posible por hacérselo pagar. Eso, cuando la memoria se aplica más a la superficie que al fondo.
A Marilina Ross no le perdonaron nunca que trepara la escalerilla del charter que trajo a Juan Domingo Perón aquel lluvioso día, diez años atrás. "¿Lo hiciste? ¡Pagá!", resultó la conclusión. No importa si cambió o no. Lo que importa es lo que hizo.
Buen tema, el político, para interpolar en este reportaje.
-Voy a contar una anécdota que nunca conté. Yo estaba haciendo Solita y sola (un unipersonal). Era noviembre del '72. El final del espectáculo significaba "Bueno... ahora estoy sola, corté el cordón umbilical con la sociedad y ¿qué hago? Quiero cantar". Y cantaba unas canciones, la última sentada en un trapecio desde el que finalmente debía dar una voltereta y caer sobre el escenario después de pasar sobre los espectadores. Yo estaba mal, e hice el movimiento demasiado tarde. Para no caer sobre la gente, mi brazo derecho giró totalmente y me fracturé el hombro. Me enyesaron y tuve que suspender un mes las funciones. Así ocurre el charter de Perón, en el que viajé con el brazo enyesado. Si no hubiera tenido ese minuto de miedo sobre el trapecio, no hubiera viajado en él.
-Parece un justificativo...
-Aclaro: no hubiera estado en el charter. Pero mis sentimientos sí. Pasa que toda la vidriera que produjo eso hizo aparentar que yo estaba más de lo que estaba en realidad. Nunca estuve afiliada siquiera. Todo eso pareció como que estaba representando algo, y no era verdad.
-¿Desde cuando fue peronista? ¿Desde sus padres?
-¡No...! Mi viejo era antiperonista. Mis hermanos sí eran peronistas. Y yo también. Con papá seguimos peleándonos por eso.
-¿Por qué el peronismo?
-Porque me interesaba la posición tercermundista del movimiento. O mejor, de Perón. La no alineación con los dos grandes sectores de reparto de esta torta. La posibilidad de una tercera posición en contacto con el pueblo real, con la gente, porque desde allí tiene que venir, y no de la cabeza que obliga a esa gente a que vaya aunque no quiera. Yo estaba con el peronismo de Perón, de su doctrina y de su futuro para la Argentina y para el mundo. Después, la realidad es otra.
-¿Y cómo participaba usted?
-Poniendo el cuerpo, como siempre lo puse, creyendo que era parte de un cacho de historia. Estuve en Vicente López, pero del lado de afuera, con la gente.
-¿Con la gente de la Juventud Peronista?
-Yo nunca me inscribí en ningún sector, y hubo muchas incitaciones para que me enmarcara en alguno. Todos querían capitalizarme porque... claro... cara conocida, poder de convocatoria, ¡venga, adelante!
-Pero usted iba a los barrios y a las villas...
-Montoneros, J.P., todas las J.S.P., jota... no sé. Todos. Como estábamos en el centro, todos querían captarnos. El pueblo estaba en el centro, y allí estábamos también nosotros, ajenos a los dos extremos.
-¿Cómo vivió el 1° de Mayo del '74, cuando Perón acusó a un sector de imberbes y estúpidos?
-Perón era un militar. Como general, estaba en el centro. Primero hizo avanzar a la izquierda, y cuando ya había cumplido su papel, hizo avanzar a la derecha. Eso es estrategia pura. Actuó como debe actuar un general.
-Sin embargo, por aquellos tiempos a usted la hubieran identificado fácilmente con el ala izquierda del peronismo...
-¿Sabe con quién me identificaba yo? Con el padre (Carlos) Mugica. Lo conocí mucho. Era un grande. Salvajemente asesinado. Un ser excepcional: vivo como pocos. Un tipo que se fue de la calle Gelly y Obes, donde nació, a vivir a una villa miseria con los necesitados de verdad.
-¿Y la muerte de Perón? ¿Cómo la sintió?
-Me sentí muy sola.
-¿Estafada?
-No. Estafada, no. Supe entonces que lo que se quería no se puede hacer, que es impracticable lo que quería Perón. No se puede por el reparto global del mundo, porque nosotros no somos un país aislado, independiente y libre.
-¿En ese momento tomó la decisión de ampliar las distancias?
-Yo nunca tomo decisiones. Las cosas me van pasando. Hay una corriente que va y yo voy con ella. Mi cabeza no actúa demasiado brillantemente. Son más mis tripas las que me van guiando.
-Si usted no tenía nada que ver, ¿por qué la amenazaron las tres A y no los montoneros?
-No lo sé... no lo sé. Pero hubo agresiones de los dos lados. No amenazas, pero sí agresiones, como a Mugica. Me acusaron de traidora, no sé bien por qué. Yo me quedé sola, como se quedó la mayor parte del pueblo peronista.
-¿Quién la representa, hoy?
-En este momento mi confusión es muy grande. No puedo decir nada. Estoy esperando hasta que aclare.
-¿Nunca más la política?
-Sea quien sea. Yo no le puedo exigir al que suba en las próximas elecciones que haga lo que no puede. Esto está destruido, entonces ayudémonos de verdad entre todos. Y creo que el amor es un buen punto de partida. El amor de Cristo.
-Usted dijo hace un momento que la acusaron de traidora. ¿Hoy pueden volver a decir que es una traidora a sus convicciones anteriores...?
-¡Es que no permiten que una se modifique! Es como si una pensó o dijo alguna vez algo y ¡listo! se tiene que quedar quieta ahí, morirse en ésa porque si no es como cambiarse la camiseta. El mundo gira, y yo voy creciendo y entendiendo cosas. ¿Por qué tengo que firmar un documento de por vida sobre algo, si cada día es distinto y pasan cosas en el mundo que me modifican? Quedarme es morirme. Y yo estoy viva. En fin: que crean lo que quieran: me da igual.
-¿No volverá a cantar en mitines políticos?
-No lo sé. Iré viendo, de acuerdo con mi necesidad y mis ganas y a lo que crea que sirve.
-Usted parece ir a contrapelo de lo que sucede...
-Es que voy un poco más allá. Creo que Escaleras mecánicas expresa claramente cuál es mi postura. Ya no es la Argentina. Es el mundo el que está en crisis. Los poderes que nos rigen -el poder del dinero, fundamentalmente- y que nos llevan a guerras y enfrentamientos. Con el poder económico se compran las armas y la muerte. Pero el ser humano es mucho más que el poder del dinero, aunque esté totalmente limitado por él.
-¿Usted no?
-Yo trato de zafar lo más que puedo, pero, ¡claro!, estoy en una sociedad que se rige de esa forma. Por lo tanto me es difícil aislarme.
-Sin embargo, en este momento -más que nunca- usted empieza a ser un producto de consumo, ¿no?
-Pero yo sigo sin tener un mango. No, no quiero. Mi objetivo no es hacerme rica. Mi objetivo -si es que tengo alguno- es ser feliz. Y dar lo que pueda dar. Eso está también en Escaleras mecánicas. Si el mundo fabrica armas para destruir al mundo, entonces digo "dame la mano, amigo, quiero sentir que vivo". Eso habla del afecto, del sentimiento que nos puede rescatar para sobrevivir.
-Vamos... Marilina... que ése no es el mundo real...
-Sé que no lo es, pero debemos tratar de cambiarlo: No lo vamos a ver, pero supongo que esto va a llegar a un punto que... creo en el apocalipsis, de verdad. No sé de qué forma, pero va a venir porque nos encaminamos a la destrucción. Y después de la destrucción vendrá un nuevo nacimiento del ser humano en el que el hombre sea lo importante y los valores otros. No los que nos han impuesto y seguimos sin entender.
"Donde más me gustaba estar era en el Labardén. Allí vivía mejor, más intensamente. Yo me comunicaba bien allí con los chicos y chicas de mi edad. Primero era una del medio, el nexo entre las mayores y las más chiquititas. Tenía espíritu de samaritana. Finalmente me hice líder, a los 14 años, cuando encabecé un movimiento de chicos, ¡éramos todos chicos!, para impedir que cesantearan a Blanca de la Vega como directora. Hicimos una manifestación hasta la Municipalidad, y el intendente nos recibió. Yo me indigné. ¡Íbamos por un asunto importante, y nos preguntaba de qué cuadro éramos! Una vergüenza. Al final me expulsaron. Fue un fracaso, pero todo sirve: ya fui tomando conciencia de echadas y de fracasos. Y acababa de entrar en la adolescencia, nada menos. No sabía qué hacer, sin la escuela de teatro, hasta que Blanca de la Vega y Mecha Quintana me becaron para aprender en sus estudios privados. "¿De qué voy a vivir?", me preguntaba. Y como no podía ganar plata actuando, por el momento, me metí en la Pitman para ser una buena secretaria. Danza, teatro y dactilografía, ¡mirá que mezcla! Nunca necesité, finalmente, usar lo aprendido en la Pitman. A los 15 años mi tío me presentó a María Teresa León y a Rafael Alberti, y ella me hizo tres cartas de recomendación: una para Beatriz Guido, otra para Lucas Demare y otra para Luisa Vehil. Fui directamente a Luisa, me presenté y leyó la nota. Me miró a los ojos, muy profundamente, y me preguntó: "¿Quieres ser actriz, de verdad?" Le contesté sí, y dijo: "Bueno. Llámame -porque me trataba de tú- a mediados de enero". Y me dio su teléfono.
"El 15 de enero a mediodía la llamé y me dijo que me tomaría una prueba. Lo hizo su hermano, Juan Vehil. Estaban por montar una obra que reclamaba a una adolescente. ¡Vea qué mágico! Me aceptó, y en marzo empecé a ensayar. Marzo del '60.
-Para mí el amor entró tarde, ya avanzada la adolescencia. Alguna vez había tenido un noviecito, como a los 14 años, que me tocaba timbre desde la bicicleta y salíamos a pasear. Se llamaba Juancito y vivía a la vuelta. Un poco después estaba el buen mozo del barrio que se había comprado una moto: Horacio. Era el galán, Elvis Presley, ¡y me invitó un día a dar una vuelta! Subí, claro. Y cuando llegamos a la General Paz y Libertador, no sé qué pasó y aparecimos los dos adentro de una fuente que había allí, empapados y con la moto rota, llenos de magullones. Volvimos como a las nueve de la noche, y fue la primera vez en mi vida que mi mamá me dio una paliza terrible. El romance no entraba en la cabeza de ellos.
-Linda historia. Pero estoy hablando de amor en serio...
-Mi primer amor fue un señor casado. Una relación conflictiva, muy difícil, que nos llevó unos cuantos años. Yo tenía 18 años, y por entonces ya había alcanzado la plena independencia económica, aunque todavía me faltaba lograr otras independencias. Fue muy duro aquello, y al final se acabó.
-¿Por qué?
-Porque era realmente conflictivo.
-¿Por lo malo o por lo bueno?
-Era bueno porque encontraba contrapartida para lo que yo sentía, pero a la vez era malo porque no tenía salida, ninguna posibilidad.
-¿Clandestino?
-Totalmente clandestino, mal vivido. Yo no podía hablar de lo nuestro con mi familia, y él tampoco. No sé... mal.
-¿Quién era?
-Un compañero de teatro.
-Cuyo nombre no se conocerá, claro.
-No. No lo voy a decir.
(Se saca los anteojos muy redondos, muy dorados, muy marrones. Se le cayeron las ojeras, está pálida, María Celina Parrondo. Tiembla, también. Hay en sus ojos una profunda tristeza, y su pulso galopa en vez de trotar. No quiere seguir adelante.)
Primero fue Juego de adultos, el ciclo de Luisa Vehil. Hizo Yo soy porteño y más tarde Señoritas alumnas. Hacía de nena, hasta que llegóLa Nena, su primer gran impacto en televisión. Una comedia liviana, de la mano de Osvaldo Miranda. Le dio fama, rápida e impensada.
-Yo no tenía una actitud frente a la televisión. Para mí era atractiva por lo desconocida. Con el tiempo descubrí que era el eslabón perdido entre el teatro y el cine. Tuve la suerte de entrar a la televisión para hacer lo que me gustaba. No fui de extra ni de locutora.
-En ese período ¿hubo alguien que la marcara particularmente?
-Yo soy una especie de esponja que absorbe de todo y de todos. Naturalmente, Luisa fue para mí alguien muy importante, que me enseñó los primeros pasos, me dio consejos fundamentales para mi vida profesional y para mi vida como persona. Compartíamos mucho, y me tenía como alguien de su familia. Aprendí mucho viendo y viviendo.
-¿Le fue fácil tomar contacto con la fama, a partir de La Nena?
-La Nena fue un éxito hecho particularmente por los chicos, aunque no era un programa infantil. Y lo increíble es que esos chicos de entonces son los que hoy van a mis recitales de música.
-Insisto con la fama. ¿No la golpeó?
-No, porque no apareció de golpe. Fue de a poquito, no como quien hace un aviso publicitario y al día siguiente el país entero está hablando de eso. Imagino que esa celebridad puede descentrar. Un día firmé un autógrafo, tres al siguiente, cinco más tarde y veinte después. ¡La fama es puro cuento! Pero es gratificante, sí.
-¿Fue el amiguismo lo que puso en marcha Cosa Juzgada?
-En gran parte del grupo, sí. Yo ya estaba casada con Emilio (Alfaro), viejo amigo de David (Stivel) casado con Bárbara (Mujica), amiga mía. Norma (Aleandro) primera novia de Emilio. Federico (Luppi) con quien yo habiá trabajado hacía años. Carella que, bueno, apareció y fue entrañable desde el primer día. Y Gené, a quien conocí en esa época. Sí, la amistad fue el motor.
-¿Hubo un proyecto inicial claro?
-En principio fueron ganas de hacer algo mejor de lo que hacíamos. Después surgieron las posibilidades. Y finalmente salió bien, porque el grupo ocupó un espacio vacío entre lo que era el teatro independiente y el teatro comercial profesional.
-¿Había una ideología clara, planteada como tal?
-Había una ideología de vida bastante compartida. Y, políticamente también, un intento, porque había bastantes diferencias. Pero en el fondo no eran tales: todos queríamos, en definitiva, un mundo mejor. El camino a lo mejor era distinto, pero el objetivo el mismo.
-¿Habla de una especie de relación simbiótica en el grupo?
-Los más amigos éramos Emilio, Bárbara, David y yo. Éramos c... y calzón. Amigos, elegidos, bien. ¿Simbióticos?, tal vez sí.
-¿Eso fue bueno hasta qué punto?
-Yo no creo que las cosas sean buenas o malas. Si me sirve es bueno y si no me sirve es malo.
-Y si era tan bueno, ¿por qué se murió?
-Se fue muriendo, se fue desmembrando...
-¿Fue paralelo al desgaste de sus parejas?
-También. Sí, también coincidió.
-¿Casualmente?
-Sí, algo así.
-¿Por qué?
-No... fue muy personal esa historia y no quiero contarla.
-¿Por qué?
-Hay cosas muy... privadas. No... no... eso me lo respeto. Pero lo maravilloso es que hoy, después de tantos años, nos volvemos a encontrar en cualquier lugar del mundo y el afecto está, el amor está y los desencuentros ya no están. Tenemos encuentros lindos. Y un buen recuerdo de todo aquello, también.
-El cerrarse en el grupo ¿incidió en su muerte?
-Sí. Creo que sí. Nos cerró por miedo a pérdidas, como en una pareja. A veces se siente miedo de perder lo que se tiene, y se cuida tanto que lo ahogamos y no crece.
-Para colmo de rupturas, también la propia pareja...
-Con Emilio fuimos y vinimos varias veces. Nos separamos seis y nos reconciliamos cinco o seis. A esta altura, creo que seis. Y... a mí me pareció que se me caía el mundo porque tenía todo puesto ahí. Mi relación, mis amigos más queridos y mi trabajo. Me quedé sola. Sola, mi alma, conmigo. Bueno, sola con otros amigos que estaban ahí.
-El reemplazo...
-Sí... sí, claro. Y bueno, pero es uno de los pozos que tuve. En ese momento compuse Aquel estado de ánimo, que dice "cómo habré llegado hasta aquí/ si no salí/ es tan grande esta oscuridad/ que me perdí./ ¿Dónde estoy?/ Quiero encontrar el camino/ pero está dentro mío./ Está dentro mío/ y él también está perdido./ ¿Dónde está la luz?"
-¿Dónde estaba la luz?
- Estar en el pozo más profundo me salvó. Eso me pasa siempre: escribo una canción o hago un trabajo, y no me quedo allí clavándome el puñal hasta no dar más. Yo tengo la imagen de que cuando una se enamora se abre un agujero negro en el alma, por el que sale y entra un cordón que te hace depender. Respirás por él, vivís por él. Cuando ese amor se corta, te queda el agujero, que se transforma en llaga y con el tiempo cicatriza. En ese momento una se encuentra ya entera, sin depender más que de una, sin horarios ni obligaciones, con la libertad de hacer lo que querés sin darle cuentas a nadie. Pero eso se agota también, y rogás para que se vuelva a abrir ese agujero y entre y salga nuevamente esa soga que te ata al ser amado.
-¿También vale para un crack profesional como del que hablábamos?
Agosto, 1974. No importa cómo se piense, pero hay que pensar derecho, muy derecho. Si no, alguien vigila desde las sombras. Las tres A ponen en marcha sus amenazas, imponen tiempos límites para quedarse en el país, exigen el exilio o prometen la muerte. A Marilina Ross le cabe también, pero no se irá hasta dos años más tarde.
-Fue en el '76. Yo estaba haciendo un espectáculo mudo que se llamabaEl gran soñador, en la búsqueda de un medio expresivo en el que la palabra no fuera lo más importante. Estuve en escena hasta el día anterior a irme. No me fui por amenazas en el '76. Ya las había recibido -como tantos- en el '74. Por eso el monólogo de La Raulito cuando dice"¿por qué no me dejan en paz? Lo que quiero es correr por las plazas. ¡Si no hago daño a nadie! ¿A quién jodo yo?". Surge el llanto porque ahí era yo la que estaba hablando, la que estaba diciendo "¿Por qué me amenazan, si yo no jodo a nadie? No soy peligrosa. Si yo lo que quiero es la vida, no la muerte". Bien: en agosto del '76 La Raulito era un éxito en España y me ofrecieron contrato para dos películas. Fui con pasajes de ida y vuelta, sabiendo de mis prohibiciones acá. Sabiéndolo por reportaje tras reportaje fallidos. Mi nombre no aparecía nunca en ningún lado. El mensaje fue claro para mí. Y me fui.
-Según el pasaje de ida y vuelta, para volver...
-Perdí el de vuelta. Acá la cosa se puso cada vez más fea, más densa, más delirante, más loca, más incontrolable. Era la locura desatada, la arbitrariedad.
-Tuvo miedo...
-Sí, tuve miedo. Claro que lo tuve. Miedo al descontrol y a la locura. Yo estaba en paz conmigo, porque sabía que no había hecho nada por lo cual tuviera que ser castigada. Pero hubo mucha gente que no hizo nada y fue castigada. Eso me consta. Y entonces, bueno, mi cuerpito es lo más valioso que tengo y no quería arriesgarlo.
-Y entonces el desarraigo...
-El desarraigo, la angustia más desesperante, el llorar por los rincones -que no es una frase, sino un hecho absolutamente real-, la pérdida de identidad. Allá yo era un cacho de mí, y el mayor pedazo había quedado acá. Ni siquiera podía trabajar bien, porque yo no estaba bien. En fin: no pude crecer profesionalmente, pero sí humanamente. Ese pozo me sirvió, como los otros. Estaba mal, muy mal. Como dice Pasaje de ida: "Encontré la mirada/ que me hubiera hecho feliz". Pero yo no estaba en condiciones de ver la mirada.
-¿Hasta cuándo?
-Hasta que empiezo a salir de ese pozo. Y lo logra el amor, nuevamente. Ahí viene Puerto Pollensa. Y después la muerte de Politti y mi elección por la vida, total.
-Y entonces, el regreso.
-El regreso. Ya hace dos años y medio que estoy acá, y es historia conocida. Laburando de lo que puedo, con lo que me dejan.
-No se puede quejar de cómo le va...
-Esa es otra maravilla que me pasó. Cómo una limitación externa puede ser útil si una está bien, si la puede capitalizar. El no poder trabajar como actriz hizo que me metiera más con la música, y apareció el momento que estuve -de manera no consciente, tal vez- esperando tanto tiempo: dedicarme por entero a la música. Insisto: todo sirve si una está alerta.
Uno más uno, tres /vos, yo/
Uno más uno, cuatro /(...)
Uno más uno más uno más
uno... María Celina Parrondo
"El día que terminé mi relación con el primer hombre, aquel señor mayor y casado, apareció Emilio Alfaro. La misma noche: casualidad total. Yo estaba abierta para recibir. Fueron diez años juntos, de mucho crecimiento en muchos niveles. Mucho amor, mucho compinchismo. Con infidelidades mutuas, lamentablemente no asumidas en su momento, no habladas. El no poder asumirse cada uno tal cual era fue limando los cimientos. Decimos verdaderamente: "Yo soy esto. No soy lo que quisiera, sino esto. Quereme como soy". Esa falta de sinceridad fue lo que deterioró a la pareja, esencialmente. Creíamos que hablar iba a dañar o destruir nuestra relación. Entonces por cuidarla mal, se murió. Eso me costó mucho. Cada vez que nos separábamos, volvíamos a encontrarnos muy bien y aparecía el sentimiento fuerte hasta que otra vez dificultades socavando el sentimiento y de nuevo a caer. Se rompió, en definitiva, porque no podíamos seguir toda la vida así. Y se acabó dejando un gusto amargo y la bronca durante mucho tiempo. Y el recuerdo de todas las cosas jodidas, hasta que con el tiempo pude rescatar las buenas, equilibrar y reencontrarme con Emilio bien, hablar sobre lo que nunca hablamos. Después de muchísimos años nos volvimos a encontrar y nos dijimos lo que jamás nos habíamos dicho. Somos dos seres, hoy, que nos seguimos queriendo mucho y que no podemos compartir una vida porque hay muchas cosas que no van. Pero el amor sigue estando.
"Después de Emilio me relacioné mucho con mis amigos, como una recuperación de la amistad sin pareja. Fue un tiempo hasta que apareció Jorge (Martínez). Pasé dos años con él, bien. Me dio una cosa importante, un déficit que traía. La canción Casi sin querer habla de eso. Es para él. La cuota que me dio fue la de la ternura, la del abrazo, esas cosas. Emilio era más... no, no sé si debo decir esto. No lo ponga... tengo miedo de herir a alguien. Jorge era un oso cariñoso, como dice la canción, y yo necesitaba eso en ese momento. Supongo que no pudimos pasar de eso a otra cosa. No sé si fue un oso cariñoso que pierde el peluche... o sí lo fue, pero es muy complicado decirlo en un reportaje.
"Piero es un compañero de camino. Siempre coincidimos en lo mismo. Pero para ser pareja tendría que haber una relación de piel que no existe, ni existió. No existe, pero lo amo, y él me ama. Somos amigos y nos amamos, pero ¡no está la pasión! Piero siempre estuvo, y yo siempre estoy, también.
"Y llegamos casi hasta el hoy. Hubo otros nombres, todos con su importancia. De cada uno recibí algo y dejé algo. Yo ubico aquí, en la boca del estómago, la zona de las emociones, tanto el amor como la angustia o el dolor. Ahí es donde se van sumando. Ninguno mata al anterior.
"Y Puerto Pollensa. Allí viene como el revivir para mí. Con todas las dificultades que escribí en la canción. Y mi vuelta aquí, y la continuación de Puerto Pollensa aquí, o la persecusión de Puerto Pollensa aquí."
-María: lo que se considera el normal de la gente, no lo acepta.
-¿Qué es el normal de la gente?
-El que habla de su amor a partir de Puerto Pollensa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario