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Dos a quererse

Martes 14 de noviembre de 2000, Clarín

LA NENA, 30 AÑOS DESPUÉS


El ciclo dejó de emitirse en 1970, pero se instaló como un clásico de la TV argentina. Osvaldo Miranda y Marilina Ross repasan esa época con nostalgia y alegría y hablan del futuro: ella seguirá cantando y él peleará por la presidencia de la Asociación Argentina de Actores.

ENTREVISTA CON MARILINA ROSS Y OSVALDO MIRANDA

Dos a quererse

La Nena dejó de emitirse hace 30 años, pero es una clásico de la TV. Sus protagonistas repasan esa época y hablan también del futuro, que a ella la encontrará cantando y a él, peleando una elección.


RECUERDOS. En la época de La Nena, Marilina hacía también cine y teatro.
Osvaldo arrancó cantando tangos con Ángel Vargas.

Por: SILVINA LAMAZARES

El dandy está en su casa, pero no así nomás. Empilchado con buen gusto, un trabacorbata que brilla, medias al tono con el saco, perfume importado. Ella, que lo conoce bastante, confiesa que la "coquetería siempre fue su fuerte. Tanto, que nunca quiso decir la edad. Es su gran misterio". Con una mano en el bolsillo, él sale con pelota dominada: "Te la digo, 85 pirulos". Cara de duda. Dos horas y media después, y después de haber repasado quinientos temas, el hombre vuelve al punto con tres documentos personales: "Leé fuerte. ¿Qué dice ahí? ¿No dice 3 de noviembre de 1915? Soy coqueto, pero a vos no te puedo mentir". Entre Osvaldo Miranda y Marilina Ross todas las cartas parecen estar echadas. Enhorabuena.

Pasaron 35 años desde aquella noche de 1965 en la que empezaron a darle forma a una de las duplas legendarias de la TV: en el rol del padre bonachón y la hija traviesa, hicieron de La nena un éxito que se estiró en continuado hasta 1970, con un rating inusual para un sábado a las 21. Y como el paso del tiempo suele tender alguna trampa, ahora ella le ajusta la corbata y le sirve el té con leche... al nene del 2000.

Hay cariño en el ambiente. Mucha palmadita, beso en la frente, abrazos, devolución de sentimientos. El dueño de casa —un tres dormitorios con enorme living, baño y cocina, en pleno Congreso— la agarra de la mano y se la lleva a un cuarto para mostrarle que una de sus fotos más queridas la tiene a ella en primer plano, en épocas de la histórica telecomedia de Canal 13. A Marilina se le entibia el corazón, manda otro beso y van...

Sentados en los mullidos sillones de don Osvaldo, le ponen palabras a un camino que empezaron a recorrer juntos en los 60 y que ahora volvió a reunirlos en un escenario, cuando a la cantante de este dúo se le ocurrió convocar a sus afectos en el teatro Avenida para echar la vista atrás, evocar y cantar. Referente clave en su vida, Miranda fue de la partida. Y ante la ovación, bailaron al compás de Soñar y nada más, de Ivo Pelay y Francisco Canaro.

"Tuvo que venir cinco noches y no se amilanó... él no falla", piropea la nena que supo sacarle canas verdes al Gerónimo Reyes de ficción. "Pensé que era sólo un jueves y fui. Al final, me la pasé acostándome de madrugada, como cuando era pibe. Pero, para mí, estar con ella es una fiesta. Con sólo mirarnos ya nos entendemos... nos conocemos de memoria", sintetiza el fanático de Atlanta, que entre sus jugadores favoritos cita a la dupla atacante del 58, Roque y Zubeldía.

En este encuentro de primavera, Marilina escucha más de lo que habla. Claro, la voz de la experiencia copa la parada. El hombre tiene anécdotas de todos los colores, de todas las épocas, de todos los grandes. Como si fuera uno de esos humoristas que a partir de una palabra equis tiene un chiste para contar, él oye "sombrero" y se sale con algo de Elías Alippi. Se cita Tokio y habla de Aníbal Troilo. De Enrique Muiño. De Francisco Petrone.

Para sumarlo a la lista de grandes, Marilina también tiene algo para decir de Miranda: "Espero que no te enojes con lo que voy a confesar, a propósito de lo de tu edad. Un día teníamos que ir a Montevideo para grabar unas escenas. Como había que pasar por Migraciones, todos dijimos que ahí nos ibamos a enterar de sus años. ¿Sabés qué hizo el tipo? Dijo dénme todos los documentos, que yo les hago el trámite".

Lejos de enojarse, él pone cara de sí, es cierto y admite que "siempre quise aparentar menos y lucir bien, por una cuestión de venganza: cuando yo era muchacho, vi por Corrientes a un galán de la compañía de Camila Quiroga que caminaba elegantísimo con sombrero, paraguas y perramus. El ganaba 1.000 pesos, cuando el sueldo del presidente era de 600. Y yo, por esa época, le pagaba a mi sastre una cuota mensual de 10 para tener a fin de año un traje por 120. Me hacía uno azul, uno gris, uno marrón, y al cuarto año, un sobretodo... Y siempre dije que, cuando pudiera, iba a vestirme como ese galán. Y aquí me ven". Claro que entre aquel jovencito que fue y este luchador que es pasó mucha agua bajo el puente.

Ross: Osvaldo tiene dos cosas maravillosas. Bah, tiene varias, pero me gusta todo lo que dice y todo lo que calla. Y el hecho de que no se la crea.

Miranda: Nunca me engrupió el éxito. Y eso que hice Mi cuñado, Tropicana Club, Boeing Boeing. A 14 años de mi retiro la gente me grita "maestro, ídolo". Pero también, el otro día, el florista me preguntó: "¿Qué pasa viejo, no laburás más?". A esos son los que hay que escuchar. Si hay gente que no sabe ni quién es uno.

Ross: Dale Osvaldito, no exageres.

Miranda: De verdad, te juro. Ayer, por la calle, un tipo me dijo "chau, Soriano".

Marilina le festeja todas las salidas. Es más, le da los pies para que se explaye con su repertorio. Y en la primera de cambio, el dandy le desparrama un piropo arriba del otro. "Esta ni sabe lo talentosa que es como actriz, le pasa el trapo a cualquiera. Cuando hacía Cosa juzgada yo le decía que era la más importante del elenco, y nunca me quiso creer. Es tan humilde como brillante. De todo lo que vi en mi vida, me quedo con tres grandes escenas: una de Pedro López Lagar, a Duilio Marzio haciendo de Borges y el monólogo de ella en La Raulito, que le abrió las puertas de España. Pero, bueno, ahora canta".

Ross: Vos no hables, que empezaste como cantante de tango.

Miranda: Sí, y así me fue. Una vez éramos dos cantores en un lugar. Yo cantaba dos tangos y él dos; él tres, yo dos; él cuatro, yo dos; 5 a 2, 6 a 2... me fui. Qué querés, el otro era Ángel Vargas.

Ross: ¡Gracias Ángel! Porque así te metiste en la atuación.

Miranda: En la actuación empecé de chiquito. Estaba en primero atrasado (una especie de segundo grado) y la maestra dijo que el que tuviera traje de gaucho recitaba a fin de año el verso del mate. "Yo tengo, señorita", le mandé. Y me aprendí de memoria eso de hoy la moda está por el té y el pobre mate se ve arrumbado en un rincón. La llamaron a mi mamá por el traje y mi mamá dijo "¿qué traje?". Pero me tuvieron que poner, porque era el único que sabía el versito....

Ross: Ah, ¿lo dijiste igual?

Miranda: De guardapolvito, pero lo dije.

Mientras su eterna cara angelical le hace frente al paso del tiempo, ella asegura que "así como nos divertimos ahora, lo hacíamos cuando estábamos en la tele. Esa fue la clave del éxito: había un clima de disfrute increíble. En mi casa yo era seriecita, pero llegaba al canal y me transformaba. Como si el papel de Margarita se me metiera en el cuerpo, hacía lío, inventaba historias ridículas para sostener mis llegadas tardes, me tentaba cada dos por tres. La alegría que teníamos y la química entre los tres (el tercero era Joe Rígoli, el novio de la nena) fue lo que trascendió. Y eso que yo estaba pasada de trabajo, porque hacía Cosa juzgada, cine y teatro. No me quería perder nada".

Pero un día de 1970, los dos coincidieron en proponer un final. A ella no le daban los tiempos. Y él es de los que piensan que "hay que bajarse antes de que la gente diga por fin. Mejor es que diga qué lástima". Y 26 años después hubo una remake con otros actores, pero no fue lo mismo.

De la versión moderna no opinan. Opinan de aquellos días sesentistas, en los que, seguramente, no imaginaban terminar 35 años después recordando viejas épocas. Con un tazón de té y un riquísimo budín de pan que preparó Marta (la empleada de don Osvaldo). Con mucha historia vivida. Con un reencuentro sobre tablas y un cariño a prueba de balas.

Él dice de ella

"En primer lugar, Marilina es la hija que nunca tuve. La adopté de entrada. Digamos que me compró. Con Amelia —su mujer, que murió en julio— siempre la sentimos como de la familia, porque tiene todo para quererla. Es buena, íntegra, laburadora, divertida, comprometida, tenaz, eficiente, generosa... De ella valoro el tesón: no se amilana ante nadie por nada del mundo. Se le presenta un obstáculo y sigue, tropieza y sigue, es frontal, no tiene miedo.

Algunas veces quizás no compartimos una idea, pero ella si cree en eso y lo pelea con fuertes convicciones hasta conseguir lo que busca, cueste lo que cueste. La admiro profundamente a esta nena. Además, abre el juego de los afectos. El otro día, su hermano Enrique, que casi no me conoce, me invitó a comer afuera y la pasamos bárbaro: comimos bien, tomamos mejor y después algún vivo nos movió la vereda".

Ella dice de él

"Es mi gran maestro, en todo sentido. Ojo: jamás me dio cátedra ni me pasó recetas de vida, sino que me permitió aprender directamente desde su ejemplo. La mera observación me sirvió para elegir caminos. Cuando nos conocimos, yo era muy joven e inexperta, por lo que tomé de Osvaldo el respeto por la profesión, la elegancia del decir, el trato con todos los compañeros, desde el máximo protagonista al último tiracable. Con todos es igual. Con él entendí que no hace falta recurrir a frases o cosas soeces para hacer reir. Tiene todo un estilo. Básicamente, me inculcó el buen gusto fuera y dentro del trabajo. Y en lo personal, descubrí que es un ser muy entrañable, un referente afectivo muy fuerte para mí. Ya desde el vamos, allá en los 60, noté que tenía pasta de buen tipo. Y nunca me falló. Jamás. Si pudiera, lo tendría siempre a mano en mi mesita de luz".

Pasado

JUNTOS. Más allá de que se habían cruzado en El show de Rambler (1963), su vínculo fuerte nació junto con La nena (iba los sábados a las 21, por Canal 13). El entonces gerente de programación, Jorge Ignacio Vaillant, importó de los Estados Unidos la idea de la telecomedia familiar, que giraba en torno a un padre amiguero (Osvaldo Miranda), que se enloquecía con las aventuras de su hija Margarita (Marilina Ross). El tercero en discordia era Coquito (Joe Rígoli), que se sumó al elenco por sugerencia de Miranda: "Dije que llamaran a ese que tiene cara de salame... El que trabaja con Juan Carlos Thorry". Con dirección de María Inés Andrés y libretos de Salvador Ottobre —y agregados de don Osvaldo—, por el ciclo pasaron invitados como Ringo Bonavena, Carlos Perciavalle y Antonio Gasalla, entre otros.

Futuro

MARILINA ROSS. Organiza una gira por el interior para presentar su espectáculo musical Por arte de magia, que quizás también vuelva a montarlo en Buenos Aires (ya lo hizo en el Avenida). De la mano de varios artistas, en sus shows interpreta los temas de su último disco, Más que un sueño, en el que participan Sandra Mihanovich, Alberto Cortéz, Eladia Blázquez y recita Norma Aleandro. En febrero, Marilina cantará en la casa de Carlos Perciavalle, en Punta del Este.

OSVALDO MIRANDA. Aspira a ser el nuevo Presidente de la Asociación Argentina de Actores. Para las elecciones del lunes 27, va a la cabeza de la lista roja, que también integran Susana Rinaldi, Oscar Ferrigno y Aurora del Mar, entre otros. "Uno de mis objetivos principales pasa por salvar la obra social", promete el hombre.



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