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Inteligente puesta para el arte de Marilina Ross

1985 – La Nación

Inteligente puesta para el arte de Marilina Ross

"Cruzando las grandes aguas", espectáculo musical ofrecido por Marilina Ross en el Teatro Ópera, junto a La Banda de la Plaza: Laura Hatton en flauta y coros, Rodolfo Gorosito en guitarras, Carlos Tribuzy en bajo, Gustavo López en batería y Carlos de la Peña en piano y teclados, para presentar su último trabajo discográfico. Operador de sonido: Jorge Martínez; técnico de escenario: Fernando Fernando; operador de luces: Rubén Grosso; efectos especiales: "Trentuno". Puesta de luces, escenografía, textos, puesta en escena y dirección general: Susana Torres Molina.

Marilina: "¡A navegar!"


Por: RENÉ VARGAS VERA

"El amor es un barco que ninguna fuerza podrá hacer naufragar... Suelten amarras. Vamos a navegar", dice Marilina Ross antes que las luces muestren la imponente escenografía sobre cuyo fondo se recuesta un barco que irá cobrando presencia a medida que el alegórico viaje vaya encontrando climas y surcando la dilatada imaginación.

Un banco de la plaza le ha de bastar a Marilina Ross para cantar "Desde mi libertad" y erguirse con un "nunca me enseñaron a volar/ pero el vuelo debo alzar". Con el primer toque teatral su pequeña figura ya ha llenado el primer cuadro de esta historia que transcurre "Cruzando las grandes aguas". Y sus estrofas se convertirían en el propio desafío para ir en busca de muchos hallazgos que se reserva la canción popular cuando a la inspiración se une un inteligente profesionalismo.

Fiesta de luces y música

La coherencia artística en la trayectoria de Marilina Ross es indiscutible. Pero esta vez el salto cualitativo fue muy grande. El solo hecho de poner distancia con el fanatismo adolescente para poder desarrollar la propuesta argumental y crecer hacia un público más maduro, es un signo de inteligencia. Muchas chicas empezaron por corretear ida y vuelta por el pasillo central, fieles a su costumbre de instalarse a centímetros del escenario, debieron volver a ocupar sus butacas, sin fetichismos.

El despliegue de luces para afianzar cuidadosamente el peso de cada poema y no utilizarlas como simple pretexto para impresionar o deslumbrar es otra de las conquistas estéticas. También habrá que incluir -si bien su vena actoral ya la incorporó como recurso personal de expresión- la dramatización de las canciones. Una dramatización que no debe confundirse con la histeria de alguna cantante ni con caprichosos sobresaltos escénicos, sino que es el fruto de una visión introspectiva y sincera del sentido de las palabras en la canción popular, para no degradarlas ni corromperlas.

Intenciones y arreglos musicales

Sin divismo, sin apelar a los primeros planos, con una gran ductilidad en los gestos y movimientos Marilina Ross utilizó su pequeña voz para llenarla de intencionalidad. Una intencionalidad que parte del tema central: "Estamos en alta mar/ entre dos costas lejanas/ atrás la noche/ por delante el alba/ y en la mitad estamos hoy/ a la intemperie... Nuestro barco ya puso/ la proa al sol", con toda su cuota de desafío y esperanza.

Los nuevos textos no eluden compromisos. "A desenterrar los vivos/ y a los muertos enterrar/ sobre tierras movedizas/ no se puede caminar... Si negamos lo pasado/ repetiremos la historia". Lúcida contrapartida tampoco hace esperar: "Se puede caminar por las cornisas/ si recuperás la risa dentro de tu corazón", que también surge en el final de "Miedo a la alegría"... "Y adentro una canción amordazada/ empieza a galopar en el silencio/ se atreve a la alegría, estalla y canta".

Las letras no alcanzarían tanta elocuencia si no contaran con un buen soporte musical. Para rubricarlas Marilina Ross concibió arreglos que la guitarra de Rodolfo Gorosito transmitió como por vasos comunicantes al resto del conjunto. Muchas sutilezas armónicas desde los teclados de Carlos de la Peña y Gustavo López, muchas originalidades tímbricas desde la guitarra y la batería del propio López, inesperadas para estas baladas, enriquecieron un viaje inusual e inolvidable. Quizá se empiezan a abrir con ellas, ya mismo y decididamente, otros surcos en el mismo campo sembrado por María Elena Walsh.


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