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Marilina Ross con sus hijos más queridos

10 de agosto de 1987 - Diario Clarín

ANTE UNA NUEVA PROPUESTA MUSICAL

MARILINA ROSS CON SUS HIJOS MÁS QUERIDOS

Chicos con quienes ha convivido durante un tiempo, chicos, jóvenes con los que comparte sus recitales y, finalmente, sus propias canciones, son para Marilina Ross su prole adoptiva, a la que presentará en "Mis hijos naturales", título de su último álbum cuyos temas dará a conocer en el Opera, del 16 al 18 del corriente. Será el primer espectáculo con guión y dirección general de Marilina, y en él estará acompañada por Laura Hatton (flauta, percusión y coros), Flavio Petrini (piano y teclados), Darío del Buono (teclados), Alberto Cópola (guitarra), Carlos Di Palma (bajo) y Gustavo López (batería).

"Paso de sentirme dios a ser un felpudo, sin término medio. Y todo me duele, y todo me da felicidad, y todo me produce conmoción. Así soy yo, no puedo ser de otra forma".

Por: SIBILA CAMPS
Fotos: ALBERTO RODRÍGUEZ

Marilina Ross está asumiendo una maternidad muy especial: la de los niños y adolescentes con quienes ha compartido su vida durante un tiempo; la de "los hijos que la música me dio, estos chicos que me salen en los recitales"; y la de sus canciones, "que de grandes volarán y vivirán su propia vida". También, la de preparar por primera vez el guión y la dirección general de un espectáculo.

"Creo que he sacado el máximo partido del espacio escénico -comenta, al anticipar aspectos de Mis hijos naturales, que protagonizará en el Ópera entre el 16 y el 18 de este mes-. En el escenario habrá tres niveles: el piso, que es el de la realidad; otro intermedio, que sería el inicio; y, además de una cuerda floja, el sitio del conocimiento, lo divino, lo más elevado, la parte más espiritual que podemos tener los seres humanos".

Alrededor de veinte personas participan en este espectáculo, que marca el retorno de Marilina al trabajo en equipo, tras la disolución de La Banda de la Plaza y una etapa prácticamente sola en el escenario.


- ¿Por qué habías parado con la Banda?

- Fundamentalmente para componer, para tomarme tiempo, y pensar qué quería decir... Ya se había convertido en una especie de rutina, y dejaba de darme placer. En ese lapso estructuré Desafío, con Emilio Kauderer, sus teclados y su computadora. Fue un desafío con una máquina que hace todo bien, pero que no siente: algo así como mi opuesto exacto, que hago todo mal, pero siento. Perdí por supuesto: me ganó la máquina. Fue solo una experiencia por la que quería transitar; yo la llamo un desliz computado, que se agotó pronto en sí mismo.

Luego volví a quedar sola, componiendo los temas de este longplay. Surgió entonces lo de Complaciendo gentiles pedidos, sola con la guitarra, como cuando empecé, y con una conexión muy fuerte con el público. Cuando me preguntaba qué arreglos quería para este disco, conocí a Ángel Mahler, un músico excepcional, que viene del teatro y de hacer comedias musicales, especialmente las de Pepito Cibrián.

Escuché un disco instrumental suyo, solo con climas; y me dije: "Climas es lo que yo necesito para mis canciones", porque son como pequeñas películas, porque cada una es una historia. Fue una gloria trabajar con él: por fin había encontrado a alguien que entendía de climas teatrales.

- Quizá muchos no tengan en cuenta tu historia teatral; no es casual que Marilina Ross, la cantautora, haga siempre buenos espectáculos. ¿Cómo te definirías vos misma?

- Odio esa palabra -definirse-, porque es como matar, detener. Yo cuento historias: las que me conmueven a mí. Historias que pueden ser una canción, o un espectáculo. Cuento lo que me pasa, lo que veo, aquello de lo que soy testigo, lo que me toca... Pero generalmente tiene que ver con lo que me conmueve. Leer que se está construyendo un basurero nuclear me indigna, me llena de bronca y me da ganas de componer. Si me siento especialmente a componer, no me sale nada; tienen que pasarme cosas, tengo que llenarme de algo, y después lo vuelco.

Esos "hijos naturales" que son sus canciones, nacen en Marilina a partir de "algo que me conmueve, propio o ajeno, para bien o para mal".

- ¿Catarsis?

- Sí, algo de eso.

- De todas maneras, llegado el momento de ponerlo sobre el escenario, esa función catártica desaparece.

- No creas: cuando se va armando esto, también es un poco así. Me siento y no pasa nada; y un día... imagen tras imagen, idea tras idea.

- ¿Qué siente una persona que compone por largar algo que le da bronca, continúa cantándolo, y ese problema sigue existiendo?

- Sigo cantándolo. Escaleras mecánicas, por ejemplo, es un tema que no quiero sacar; sigue siendo actual, a mí me sigue conmoviendo. Y todo lo que aprendo, lo que leo, siempre lo integro a las canciones.

- ¿No es doloroso...?

- ¿Doloroso...?

- En el sentido de que tenés siempre abierto el cierre relámpago del corazón.

- Ah, sí; eso sí. Es mi estilo de vida: paso de sentirme dios a ser un felpudo, sin término medio. Voy de uno a otro sin grises, de un minuto al otro. Y todo me duele, y todo me da felicidad, y todo me produce conmoción. Así soy yo, no puedo ser de otra forma. Sería mucho más fácil de otro modo, porque sufriría menos; pero sería una careta, una armadura.

- Un personaje...

- Sería algo que impide que entre el dolor, pero que tampoco permite que salga lo que siento.

- Todo al revés de lo que haría una actriz.

- Por eso no soy actriz, exactamente. Además... ¡qué suerte que no me lo hayas preguntado y que haya salido así! Te estoy hablando de sacarse caretas, de sacarse armaduras, de sacarse todo... y de ser como cada uno es. Aprenderme una letra, ser un personaje ponerme la careta de ese personaje, prestarle mi interior... ¡que a duras penas lo estoy buscando, que todavía no encontré! ¿Qué le voy a dar, si no sé quién soy yo? Primero voy a saber quién soy yo. Estoy tan alejada de la ficción... No quiero más ficción, yo quiero verdad.

- Va a ver quienes se pregunten qué lugar le cabe entonces al teatro.

- Siento que el teatro está muy dejado a la mano de Dios. Hay muy pocas cosas en estos últimos años que me han conmovido. Siento que tiene que pegar el salto, que le falta mayor grado de locura, o de magia. Me aburro mucho en el teatro.

En España leí un reportaje a María Casares, en ocasión de su regreso a España, donde ella, siendo actriz, decía: "Este no es tiempo de teatro; éste es tiempo de música, porque las palabras nos separan, y la música nos junta. Yo, cuando desde el escenario digo "amarillo", para mí es un amarillo, y para cada uno de los espectadores es un amarillo distinto". Y la música... no sé qué poder tiene de penetrar más en el corazón que en la cabeza.


Muchas Gracias Silvina por tipear esta nota

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